FALLA
DEL TERRENO texto sobre la muestra de Francisco Estarellas y Martín Fernández x
Lucas Marín.
Falla del terreno
Diversos grados de
violencia se pueden ejercer sobre un suelo, como ha hecho la civilización
occidental, por ejemplo, con su maquinaria de consumo, de pólvora y de libre
mercado.
Pero un terreno no
solo sostiene y recibe, sino que posee un interior que reacomoda sus placas
quebrando la voluntad de cualquier asentamiento.
La pintura, el dibujo,
también son campos, suelos que parecen no poder resistir nuevas fundaciones,
sino tan solo formas precarias de vida, reciclado viejas arquitecturas o
creando vagabundos por sus límites, habitando ruinas vacías. Pero la pintura,
el dibujo, también mueven sus placas tectónicas y subsisten gracias a lo que
los constituye desde dentro.
La línea puede
desnudar su precariedad y el afán de dibujar aquello que parece inalcanzable
(la suma de pequeños trazos que conforman lo monumental) Algo de esto se
muestra en las obras de Martín Fernández, una línea de lapicera que se empeña
en construir, reconstruir, deconstruir un paisaje herido con los injertos
característicos de nuestra cultura de consumo y espectáculo: pantallas, juegos
de parques de diversiones, edificios. Se conectan las ruinas provocadas por
extrañas explosiones con un territorio salvaje que conoce de cataclismos. Las
masas de humanos son espectadores pasivos de este mundo que se derrumba.
La línea puede
desplegar a su vez su aspecto más racional. Euclides, el Renacimiento, el
Cubismo y los planteos constructivistas modernos, el Op Art, el arte Minimal,
despliegan la visión geométrica del mundo, como un equivalente de la razón.
Ideas de punto, línea y plano. Estos ecos pueden verse en la pintura de
Francisco Estarellas, pero en este caso la geometría conforma una paradoja no euclideana.
Los planos se rebaten, se pliegan y acompañan una arquitectura ya sin humanos,
revelando un tipo de memoria en su superficie: ladrillos, vetas de madera,
cemento, como texturas (memorias) que puede ser intercambiables. También hay
pequeños indicios de objetos que fueron útiles para el hombre: escaleras,
ventanas, sillas, vallas. Una arquitectura replegada en sí misma siendo ella su
propio justificativo, una arquitectura que se autoconstruye sin cielo, ni
tierra, ni habitantes.
Pensemos por un momento
las pinturas de Francisco dentro de la lógica del mundo informático; se
programa la información necesaria para lograr líneas, planos, ciertas nociones
de la perspectiva, texturas específicas, iluminación, etc, pero resulta que un
virus disloca el programa. La máquina replica al infinito esa información ahora
trastocada. La construcción aleatoria surge entonces de la falla, del error.
Es el error el que
está presente también en las obras de Martín: las explosiones ¿son fallas
técnicas? ¿Son desajustes políticos? ¿Terrorismo autocreado, como un tipo de
virus? ¿O será más bien que toda la sociedad de la razón está asentada en bases
erróneas? Tal vez sólo nos queda percibir su decrepitud en cada vuelta desde
nuestro parque de diversiones, o sostener con puntales lo poco que resta.
Y mientras los humanos
construimos civilizaciones de error y de terror, también hay un suelo que se
mueve, se fractura y se desplaza a pesar nuestro.
Lucas Marín
noviembre 2012
Francisco Estarellas -
Martín Fernández - dibujos y pinturas en Pan y Arte (Boedo 880)